Hace un año a esta hora (9:57 am -6 GMT) comenzó el proceso de lo que sería un segundo infarto. Muchas cosas pasaban por mi mente en ese momento.
He tenido mis altibajos desde aquel día, sin embargo, desde hace varios meses, luego del implante del stent, me he dado cuenta que en realidad nada merece quitarnos nuestra paz interior.
Pasamos la vida tratando de agradar a los demás, de caerle bien a la mayor cantidad de gente posible, andamos pendientes de las redes sociales y nos interesamos demasiado en las opniones de gente totalmetne desconocida y que de alguna manera ejercen influencia sobre nosotros. Las redes sociales han esclavizado a una buena cantidad de personas en el mundo. Hemos perdido la comunicación directa y la relación humana con los demás.
Todo es por medio del WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram… Ahora la gente busca relaciones por el Tinder y ya no somos capaces de hablarle a nadie en persona porque pasamos pegados a la pantalla del móvil todo el tiempo.
Por todo eso, me he alejado de todas aquellas personas que le dan más importancia a lo arriba mencionado. Prefiero compartir, aunque sea con una persona, pero de frente. Un almuerzo, un desayuno o aunque sea un momento.
He sacado de mi vida a los que no se interesan por mi, aunque sean familia, tomé el camino de «si no me buscan es porque no me necesitan» por lo tanto les regalo mi ausencia. He caído alguna vez en el «necesito hablar con alguien» y allí estoy todo oídos para dar un consejo, sin embargo como que aprendes a tomar distancia también de la gente que solo cuando está mal te busca y luego se olvidan de ti y es entonces y solo entonces cuando te das cuenta de cuánta razon hay en el viejo refrán:
MAS VALE SOLO QUE MAL ACOMPAÑADO.
Que nada perturbe tu paz interior. Aprende a decir no.